Uso de Razón/Pablo Hiriart
08 de febrero de 2019
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5:10
Pablo Hiriart/Quadratín
Las maromas que hace la cancillería para darle tiempo de reponerse a Nicolás Maduro y desmovilizar a la oposición venezolana, es quizá la página más vergonzosa de nuestra política exterior en los tiempos modernos.
Nuestra Constitución obliga a la cancillería a promover los derechos humanos en el mundo, y lo que hace es dar oxígeno a una dictadura que no respeta los derechos elementales de los habitantes de ese país.
¿Hasta cuándo vamos a apoyar una dictadura que sólo se sostiene en la cúpula militar de ese país, corrompida por el gobierno y el narcotráfico?
La cancillería lo hace por afinidad ideológica con Maduro.
Basta con leer la entrevista que le hizo a Nicolás Maduro el coordinador de Opinión del oficialista diario La Jornada, Luis Hernández Navarro, para entender la complicidad del gobierno mexicano y el régimen de Maduro.
Una muestra de cómo se trata a los presos políticos en Venezuela la enseñó ayer el periodista Luis Cárdenas, en su columna de El Universal, donde da voz a un joven que cayó en las garras de la dictadura bolivariana a los 26 años de edad.
Dice el conmovedor relato de Cárdenas: “A sus 26 años Lorent (el preso) era vejado, torturado, aislado en una celda a varios metros bajo tierra con las vías del Metro de Caracas sobre su cabeza, respirando mierda, comiendo mierda y bebiendo mierda, con esa jodida luz que no se apaga nunca, que desdibuja todo, así como deslavado, así como un pasmo blanquecino, esa luz que parece tener la misión de arrancarte el tono de piel y vomitarte el alma hasta que no te queda nada, sólo el jodido pasmo, una memoria vaga, escurridiza como la sangre que salpicaste de tanto porrazo, un recuerdo perdido de que alguna vez tuviste vida, de que alguna vez, hacía muy poco, hace unos meses, tenías 26, porque hoy no tienes nada, ni la edad, ni el nombre, ni sentimientos, ni sensaciones… Hoy comes mierda, respiras mierda, bebes mierda, hoy eres mierda”.
En redes sociales hemos visto cómo se apalea a los presos políticos en la cárcel, semidesnudos. Fue el propio gobierno venezolano quien mostró a un dirigente opositor preso, sin ropa, solo con los calzoncillos puestos. Lo hicieron voltearse ante la cámara y estaba sucio en la parte de atrás.
Cuando Maduro tocó el tema soltó una carcajada: “es que se puso nervioso”, dijo.
Juan Carlos Aguirre, periodista venezolano que radica en México, me dijo en entrevista que a los presos políticos, además de lo ya relatado en los párrafos anteriores, ser les sodomiza.
Un infierno de derechos humanos. Y eso es lo que estamos sosteniendo con la mentira de la “no intervención”.
Lo que no queremos ver es que si apoyamos a Maduro, si le damos tiempo a que juegue con diálogos en los que nunca ha cumplido, si creamos un espacio para desmovilizar a la oposición, es por afinidad ideológica.
Va una pregunta del coordinador de Opinión de La Jornada al dictador Maduro (publicada ayer):
-Como justificación de la ofensiva en su contra (¡eso dice el periodista!), se asegura que en Venezuela se violan los derechos humanos, que se persigue a la gente, que hay presos políticos, que no hay libertad de opinión…
Maduro contesta que sólo “están detenidos los responsables del asesinato de varias personas, de la violencia, de la destrucción física de ciudades. Están detenidos los responsables directos del intento de asesinarme con drones”. Lorent Saleh, el joven que narró a Luis Cárdenas su paso por la cárcel como preso político, no intentó matar a nadie ni incendió ninguna ciudad. Era un activista por aquello que repelen las dictaduras y las que aspiran a serlo: la democracia.
Junto a esos sátrapas estamos. A esos criminales les ayudamos a sostenerse en el poder. Ya paren esa vergüenza.