No olvidar lo cotidiano/Salvador Jara Guerrero
No olvidar lo cotidiano
Donald Trump apura la construcción del muro e incluso ha ofrecido extender el programa DACA. Tenemos Fiscal General. Se aprobó la creación de laP Guardia Nacional. Hace unos días un grupo de encapuchados vandalizó la rectoría de la UNAM. Un ministro de la Suprema Corte ordenó la suspensión de la Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos. Paco Ignacio Taibo sí dirige al FCE. Asesinaron a la alcaldesa de Ciudad Juárez. Murieron los esposos Moreno Valle. Anunció la NISAN despido masivo. También hay despidos en el gobierno federal. El desabasto ocasionado por la falta de gasolina suma ya miles de millones de pesos. Explotó toma clandestina de combustible en Hidalgo.
Todas esas notas fueron, por un poco tiempo, notas importantes. Algunas son sin duda grandes tragedias, otras son sencillamente malas noticias, pero todas nos dejarán secuelas, marcarán irremediablemente nuestro futuro. Y sin embargo, “no pasa nada”. Una vez que las noticias han perdido su espectacularidad ya parecen triviales, son efímeras y, por tanto, son rápidamente sustituidas por las notas de los nuevos acontecimientos. Pero los hechos siguen ahí, aunque ya hayan sido olvidados por los medios y la muchedumbre.
La realidad marcada por los medios de comunicación y las redes sociales es la espectacularidad, mientras los hechos sigan teniendo su pomposidad extraordinaria, así sea vacía, seguirán siendo noticia. Después ya no importara su zaga ni si su desenlace será alcanzado por la justicia.
Hace ya casi 30 años, Gilles Lipovetsky publicó “El Imperio de lo Efímero”, que siguió a “La Era del Vacío”, anticipando lo que hoy vemos de manera cotidiana, la superficialidad y la frivolidad que nos envuelven, ya sea en la literatura, la música o la política. Todo es un tráfico en el que la brevedad de los acontecimientos hace que la contemporaneidad sea sólo un fluido caprichoso. El consumo y la comunicación de masas son un presente sucesivo en que todo se sustituye con celeridad, facilidad y sin secuencia. Saltamos de un acontecimiento a otro sin orden alguno y sin ningún control. Todo se asemeja a una actuación, todo son spots.
Livotesky creía en una consecuencia optimista de esta banalización y este triunfo de lo provisional, los medios de comunicación (y ahora las redes sociales), las noticias abonarían a la democracia y habría menos violencia. Desgraciadamente estaba equivocado. Lo que vemos es que el desorden cotidiano va en aumento, la oclocracia parece ganar a la democracia, la violencia no disminuye y se incrementa peligrosamente la insensibilidad de todos.
Los hechos que han dejado de ser espectaculares porque son cotidianos son muchos, y aunque muchos de ellos los observamos día a día en las calles no parecen ya importar a la sociedad.
En doce años ha habido más de medio millón de mexicanos muertos por homicidios relacionados con los niveles de violencia asociados a la lucha contra el narcotráfico, son cifras equiparables a los de una guerra.
Cada año son asesinadas más de 500 mujeres, con incrementos que son superiores al 100% anual.
Las principales causas de los decesos en México están relacionados con enfermedades del corazón y la diabetes, los tumores malignos, las enfermedades del hígado y los accidentes.
En México 36 niños mueren diariamente por enfermedades prevenibles como la diarrea, y cada 4 horas muere un menor de edad por cáncer.
El consumo de drogas en menores inicia entre los 12 y los 17 años, se ha incrementado en nuestro país alrededor de un 30% por año, especialmente en niñas y adolescentes, y más de dos millones de menores de edad requieren algún tipo de rehabilitación por consumo de drogas.
Diariamente sufrimos tragedias cotidianas que cuando mucho se han convertido en números para las estadísticas. ¿Cómo hacer para que los gobernantes, volteen a verlas? ¿Cómo disminuir la insensibilidad de todos ya tan arraigada? ¿Cómo tener una educación para la solidaridad?
No sólo no olvidar lo cotidiano sino tenerlo siempre presente y atenderlo es un tarea grandiosa que habrá que comenzar más temprano que tarde.