Itinerario político/Ricardo Alemán
Dice Azorín –José Martínez Ruiz (1873-1967)--: “El político no debe nunca perder la sangre fría; permanecerá siempre impasible ante el ataque. En el Parlamento, en las reuniones públicas, muchas veces se verá blanco de la invectiva, de la cólera o de la insidia; él permanezca en todo momento sin mover un músculo de la cara, sin dar la más leve señal de irritación, de impaciencia, de enojo…”
Además, en su manual del político ideal, apunta el escritor hispano: “No dé el político en la candidez de creer en la famosa distinción entre el derecho y la fuerza. No hay más que una cosa: fuerza. Lo que es fuerte es lo que es derecho…No alucine el político. Las naciones se engrandecen y decaen en virtud de la savia que está escondida en ellas, nada podría detener su engrandecimiento, ni nada podría evitar su ruina. No haga sobre ello el político filosofías ni sentimentalismos”.
¿Por qué recordar hoy --a 28 días de iniciado el México de la dizque cuarta transformación--, algunas ideas de Azorín, plasmadas en su clásico “El Político”?
Porque el nuevo gobierno y el nuevo Presidente parecen empeñados en demostrar que viven a años luz de distancia de la política. ¿Por qué?
Porque el nuevo Presidente, Andrés Manuel López Obrador, se ha convertido en predicador de ultraderecha, cuya palabra debe ser entendida como “palabra divina” y como verdad absoluta. No es un político, no es un servidor público; es predicador.
Y ay de aquel que se atreva a cuestionar la “palabra divina” porque hará enojar al Presidente, quien lanzará contra sus detractores no sólo su Constitución Moral sino adjetivos como “mezquinos” “neofascistas” e invocará feos “Tiempos de Canallas”.
¿Imagina alguien la escandalera de la “prensa lopista” si Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña hubiesen respondido como respondió el Presidente Obrador a sus críticos…? Escandalera nacional, tendencia en redes y paliza colectivas por la intolerancia mostrada.
Pero ante la nueva realidad, la de un Presidente enojón e intolerante, la prensa lopista calla mientras alguna cabecita que se cree ilustrada le recomienda al Presidente comparar la crítica a sus ocurrencias con los tiempos de la persecución anticomunista de los años 50 en Estados Unidos.
Y entonces el Presidente Obrador dice que no debió decir “mezquinos” a sus críticos, sino que el actual es “Tiempo de Canallas”. Son canallas.
Habrá leído el Presidente Obrador el clásico de Lillian Hollman, la escritora, dramaturga y profesora de teatro que noveló los horrores del Comité senatorial de Actividades Antinorteamericanas de los años 50 en el vecino del norte.
La pregunta es oportuna porque quien le propuso al Presidente citar “Tiempo de Canallas” olvidó decirle que su gobierno está muy lejos de ser un gobierno de izquierda y que las redes sociales que lo critican, son las mismas que ayudaron al Presidente “las benditas redes” y las mismas que, de tanto en tanto, lanza Morena contra los críticos.
Lo cierto es que los tiempos de canallas son los de toda la política; cuando los políticos son opositores y cuando tienen el poder.
Al tiempo.