Proyecto secreto/Mateo Calvillo Paz
¿QUIÉN HACE JUSTICIA?
La gente siente que no hay justicia. Los criminales atacan libremente, algunos pueblos, hartos, se hacen justicia, ¿quién provoca eso?
“ Cada ciudadano es centinela del reino”, Saint Exupéry. El principal arquitecto y obrero de un México digno es cada ciudadano. Cada quien a su manera, como su servidor, aporta su granito de arena contra la injusticia y la impunidad.
Hay poblaciones que se han organizado para guardar el orden público, parecen rondas y velan en la noche. Es el caso de Zirahuén. ¿Qué va a pasar si el pueblo enardecido agarra a uno de esos criminales que roban impunemente, sin ningún recato ni temor?
La dinámica de la violencia ha llevado a otros pueblos de otros estados al linchamiento, ahora en Zitácuaro. Los hechos son dolorosos y trascendentes, pero no se puede afirmar a la ligera: “nadie tiene derecho de hacerse justicia con su propia mano”, afirmó el gobernador, cuando los responsables de hacerla no hacen la tarea.
Es el mismo fenómeno en la tala impune de los bosques. Los pobladores tienen que organizarse contra los talamontes que devastan y nadie ve nada. han recuperado los carros cargados con riesgo de su vida.
Hay una emergencia en la impartición de justicia, como en educación y muchos otros rubros en un Estado fallido, en una descomposición social, fundamentalmente moral.
Se ha perdido el estado de derecho, no se garantizan los derechos fundamentales de la persona que no está segura ni en sí misma, en sus pertenencias ni en la salvaguarda del orden público. No respetan ni siquiera el derecho a la vida, desde los no-nacidos.
En el fondo de la persona hay un sentimiento rencoroso, callado de inseguridad, angustia, desesperación. Es peligroso, porque fácilmente la persona y los grupos se enardecen y ya no actúan razonablemente.
Estamos ante un México que presenta un panorama de muerte y desolación, no se ve por dónde se puede renovar el país.
¿Qué hacer? No basta con la “buena fe” del movimiento que se adueñó del poder. La situación no renace ni se endereza con buenos deseos, una palabra hueca de los poderosos ni por decreto. No es la vía natural para levantar un país moribundo.
Es cierto que hay que renovar las estructuras gubernamentales que están contagiadas de maldad porque no están preparadas para asumir el desafío. El pecado que tiene postrado a México no es sólo personal es también estructural, como lo vienen señalando hace décadas los obispos. Si las estructuras no tienen remedio hay que cambiarlas, no sólo los actores.
Pero, en la base de todo, hay que renovar moralmente la persona. Esta es el primer actor, la célula de la gran familia humana donde se gesta el bien y el mal, la crisis y el progreso.
Es absolutamente prioritaria la renovación moral de cada mexicano, que es el primer motor que organiza y lleva a cabo el bien común y el progreso. Hay que limpiarlo de los crímenes, vicios, hay que sanarlo de la voluntad perversa y mentirosa, de sus mañas atávicas que sólo cambian de color.
Hay una verdad que recorre toda la Revelación Divina: el hombre puede realizar el bien pero hace el mal, por una inclinación congénita. Es una enseñanza maestra del Mesías. Para construir el mundo de justicia hay que morir y renacer: morir al hombre viejo de la corrupción, las malas mañas, las ambiciones perversas. Hay que renacer al mundo nuevo de lo alto, de los valores religiosos y espirituales, de las virtudes .
No sólo es maldad el asesinato y el fraude, robar y matar, también es maldad la soberbia que lleva al autoritarismo, a las pretensiones de dioses falsos que deciden del bien y del mal, imponen lo que ellos dicen como la verdad. Es maldad el egoísmo que lleva a imponer su voluntad y a resolver los problemas por decreto, a la dictadura.
Jesucristo enseña que para construir un país nuevo se necesita la conversión: cambiar la manera de pensar, los deseos perversos, la conducta caprichosa e inmoral.
Aunque parezca muy lejano o demasiado pequeño la renovación empieza por sí mismo.
Manuel Andrés debiera entender que la conversión es imposible para los hombres solos, que se necesita el auxilio de Dios.