El dulce sabor de Morelia
MORELIA, Mich., 14 de septiembre de 2018.- Apenas entras el olor a azúcar invade los sentidos. Los primeros pasillos son una bitácora de golosinas, dulces y otras preparaciones que se hacen irresistibles al paladar. El Mercado Valentín Gómez Farías, mejor conocido como el Mercado de Dulces y Artesanías, se ha convertido en un referente para propios y foráneos de Morelia. Ubicado en pleno Centro Histórico de la capital de Michoacán, este pintoresco lugar representa una de las atracciones culturales más importantes y justo hoy celebra cincuenta años de tradición.
Los coloniales pasadizos de lo que fuera el colegio de Jesuitas, actualmente el Palacio Clavijero, están repletos de suculentos postres. Basta dar tres pasos para dar una probadita de la dulcería tradicional mexicana. Apilados una al lado del otro, están los 170 pequeños locales que conforman el mercadillo; solo 28 de ellos ofrecen una variedad de más de 900 tipos de dulces criollos. Morelianas, ates, frutas cristalizadas, cajeta, obleas, dulces de leche, chongos zamoranos, cocadas, dulce de tamarindo, rollitos de frutas, chocolate de metate.
El mercadillo es un lugar en donde se pueden consumir sabrosos y económicos antojitos, con el tradicional toque hogareño, el 80% de la clientela del Mercado de Dulces de Morelia, son turistas y únicamente el 20% por ciento son morelianos.
Durante cinco décadas ininterrumpidas, el mercado ha mantenido su esencia principal que es realzar la cultura y la gastronomía de Michoacán. Comenzó solo como una venta de dulces, pero ahora se puede encontrar artesanías representativas de los mágicos lugares que rodean a la ciudad de Morelia. Artículos y recuerditos elaborados en diversos materiales, desde cobre, vidrio, madera, metal, cuero y hasta porcelana. ¡Se consigue de todo!
Leticia Barriga, tiene 35 años, vendiendo dulces regionales junto a su esposo. Antes el negocio era de su suegra y quien fue fundadora del lugar contó que el mercado fue inaugurado el 14 de septiembre de 1968 como parte de una reubicación de los comerciantes de dulcería que hacían vida en Los Portales de Galeana, frente a la catedral.
La comerciante abre su local a las 7:00 de la mañana y cierra a las 21:00 horas. “Hasta que no salga el último cliente no me voy”. Recordó que la reubicación del Centro Histórico de Morelia hizo mudar a los ambulantes, unas pocas calles, y constituir el mercado, el sitio más emblemático para el turismo luego de la catedral.
La señora Barriga explica que todos los comerciantes son como una familia y el mercado es su hogar por eso lo cuidan y preservan tanto. “Nosotros mismos lo pintamos y le hacemos el mantenimiento que está a nuestro alcance”, dice la mujer quien comenta que el arrendio de su puesto es una concesión del ayuntamiento.
El mercado se levanta en una muestra majestuosa de la arquitectura barroca que data del siglo XVI. El diseño de la estructura permite que entre la luz y el aire. Los acabados lo convierten en un lugar idóneo para caminar. Dentro, se respira tranquilidad.
Ortencia Corona Rodríguez, también heredó el negocio de los dulces de sus suegros. Lleva 33 años en el mercado y se visualiza haciendo otra actividad que no se atender al visitante. De hecho, sueña con que alguno de sus tres hijos guste quedarse con el local, cuando ella no pueda trabajar más.
Ella asegura que es el “mercado más limpio y ordenado de la ciudad”. A su juicio no hace falta cambiarle nada. “Es excelente”, comentó.
Corona considera que el éxito radica en los precios y la frescura. “En otro lugar puedes conseguir el ate, por ejemplo, al triple del costo. En cambio, aquí te lo llevas económico y casi que recién hecho. Nuestros productos son artesanales, caseros, no tienen preservantes ni químicos”, dice.
Juana Molero, residente de Querétaro, cuenta que es obligatorio para ella y su familia visitar el mercado y comprar un dulcito cada vez que visita Morelia. “Es parte de nuestra tradición”, expone.
Hoy el mercado cumple cincuenta años con su mejor cara, pero afronta un problema. A juicio, de Alejandro Anguiano, presidente del Área de Dulces, la falta de estacionamiento molesta al visitante, lo que ha conllevado a la disminución de la clientela. Para afrontar ese panorama, los comerciantes se defienden con los precios bajos de los productos. “Es nuestra ventaja”.
“Queremos que se le de apertura de por lo menos una hora para que el visitante pueda estacionar en la calle para hacer su compra. Hay mucho malestar porque hay poca señalización de que no se permite estacionar, entonces los clientes son multados o en el peor de los casos remolcados”, comenta.
“Los mercados son para vivirlos y este es para saborearlo”, invita Leticia Barriga.