Necesitamos de una paz fuerte/Gerardo A. Herrera Pérez
Durante todos estos años, me ha tocado impulsar acciones para la transformación social; también he tenido la gran oportunidad que promover en el discurso público el concepto de paz, para trabajar en un modelo social de mayor tolerancia, respeto e inclusión social, para ello hemos propuesto acciones a las estructuras normativas, la operacionales y las de diseño de la política pública.
Para Johan Galtung, teórico del concepto de paz, expresa que: la paz no es ausencia de violencia, la paz es la capacidad del género humano para resolver los problemas en equidad. Y habría que trabajar en un modelo de paz que permita ir disminuyendo la violencia física, pero también trabajar en disminuir la violencia estructural y la violencia cultural, que nos permita realmente hacer viable por parte del Estado la protección de los derechos humanos y las libertades del ser humano.
Sin embargo, nos preocupa y ocupa que los actos de violencia que se suceden, están legitimados por la población al sentir miedo y al permitirle al Estado que intervenga a través de sus aparatos militares y de seguridad pública para resolver los conflictos que suceden derivado de muchas aristas, pero entre otros, del crimen organizado.
Muchas acciones públicas, incluso guerras, se han realizado a nombre de la defensa de los derechos humanos. Se invocan por quien tiene el poder y en su defensa, someten a amplios sectores de la población, que una vez que colocan el discurso de los derechos humanos adquieren el control; el de los derechos humanos es un discurso eminentemente eurocéntrico, en donde al sujeto social, no se le ve como sujeto, sino como objeto de los derechos humanos.
Para que exista paz, debe de haber ausencia de violencia, ausencia de guerra. En esta visión dicotómica de la guerra y la paz, habría que preguntarle a ambos, tanto a la guerra como a la paz que entienden por ello. Es importante saberlo, porque hoy vivimos una paz en tensa calma, porque si bien no tenemos guerra, si vivimos el patriarcado, el colonialismo y el mercantilismo, que genera graves problemas con grupos en situación de vulnerabilidad, recientemente explicaba esta situación en el Congreso Estatal del Colegio de Enfermeras.
En este sentido habría que decirle a los grupos en situación de vulnerabilidad, sobre todo a los pueblos y comunidades indígenas que les han sido arrebatadas sus tierras y sus recursos, a los afrodecendientes que son excluidos, a las mujeres que sufren del patriarcado, a las familias victimas de feminicidios, a la comunidad diversa sexual, a las comunidades trans que viven mecanismos de opresión, que es realmente lo que se vive identificado como la paz.
De esta manera dice mi maestro Boaventura de Sousa Santos: a los grupos en situación de vulnerabilidad, hay que decirles que están en paz porque están los derechos humanos, pero como explicar que a través del mercantilismo, patriarcado, colonialismo, han producido tanto sufrimiento como el expresado en el párrafo anterior, pero que este no cuenta como violación de los derechos humanos.
Tal vez, sea importante mencionar que sí solo la guerra o solo la paz; la diferencia entre la guerra y la paz es simple, en la guerra, los pobres son los primeros en ser muertos, en la paz, los pobres son los primeros en morir, y es una condena de una cultura que ha polarizado entre paz y guerra. Hay muchas razones para pensar que la paz es la continuación de la guerra por otros medios.
Hay planteamientos teóricos que hacen una crítica a los derechos humanos al ser eurocéntricos, que los mismos son hegemónicos y colonizantes. Por ello, la pregunta sería si es posible crear una propuesta de definir derechos humanos contrahegemónicos, mucho más firmes, más contundentes, que realmente vea por un cumplimiento de los derechos humanos y no como la continuación de la guerra por otros medios.
Para el mundo, y para la universalidad de los derechos humanos, se tendría que reflexionar no sobre el concepto de derechos humanos, sino sobre algo que es común a toda la sociedad, en todas las sociedades, en todas las religiones, y es el concepto de dignidad, que acepta la espiritualidad, que los derechos humanos niegan. En pro de un colonialismo, patriarcado, o consumismo, la espiritualidad y sus principios chocan con el capitalismo, porque no se aceptaría ver que un rio, una montaña, o bien un espacio son sagrados para las comunidades y no se tocan, cuando el capitalismo toma absolutamente todo lo que necesita.
Tal vez, considero y coincido con distintos teóricos, que la dignidad tendría que ser el primer principio sobre el cual se podría platicar horizontalmente para establecer los mecanismos de una paz cierta, duradera, creíble. Hoy no se tiene, y no se puede hablar de paz, sin aludir a la dignidad para establecer los mecanismos de horizontalidad.
Derivado de ello, de la dignidad, existen tres elementos fundamentales para la contrahegemonia de los derechos humanos: primero la Interculturalidad profunda; al no incorporar los derechos humanos el concepto de espiritualidad de los pueblos y comunidades indígenas, a lo cual ellos consideran sagrado como: agua, bosque, tierra, y que pertenece a lo más íntimo de lo colectivo, algo ontológico y un derecho sagrado, el neoliberalismo no puede mercantilizar estos recursos (la agricultura industrial y la minería).
Por otro lado, es importante, seguir trabajando en los Derechos colectivos y las libertades: esto es, la cultura se ha vuelto economía política; el derecho a la libre manifestación y de transito de los pueblos y comunidades indígenas se está criminalizando, porqué frente a una manifestación por la defensa de la tierra o el territorio frente al neoliberalismo que busca impulsar la agricultura industrial y la minería se genera represión de los pueblos y comunidades por parte de los grupos de militares o de seguridad pública. Por lo que la propuesta es reconocer los derechos de la tierra y el territorio.
Por otro lado, es importante el Reconocimiento a la alternativa de desarrollo. Que sean las poblaciones las que manifiesten su derecho a la alternativa de desarrollo, que no sean entes externos, como lo fue después en la Segunda Guerra Mundial, que los Estados Unidos asumieron el liderazgo del desarrollo y nombraron a los demás países subdesarrollados. Que sean las comunidades las que decidan sobre la alternativa de desarrollo.
Agregaría la importancia de la autonomía de los pueblos y comunidades indígenas y en general de las poblaciones que son oprimidas, las que deben se disfrutar de autonomía, para tener la libertad de decidir sobre sus vidas.
De esta manera, si queremos rescatar la paz, duradera, fuerte, esta debe de tener tres componentes: debe ser una paz anticapitalista, antipatriarcal y anticolonialista.